Hacer para creer
La observancia como base del liderazgo religioso
Lo más importante no es el estudio, sino la práctica
Mishná, Avot 1:17
En el envío anterior cuestionamos la idea de que la acumulación de contenidos académicos es condición suficiente para instaurar una actitud positiva hacia la religión. Nos preguntamos qué deberían hacer entonces los seminarios judíos liberales para formar líderes espirituales comprometidos con la fe y la observancia. La respuesta la encontramos en la frase del Pirkei Avot con el que decidí comenzar.
La forma más rápida, simple y duradera de transformar a un laico en religioso es la práctica cotidiana y sistemática. Llamamos “práctica” a un conjunto de rituales concretos y establecidos que desde hace al menos 1300 años configuran lo que llamamos Halajá, normas de conducta personal, social y religiosa del judaísmo.
Un filósofo puede enseñar Marx y ser un capitalista rabioso. Un cardiólogo puede atender pacientes hipertensos y ponerle toneladas de sal a su comida. Un crítico de música puede analizar una sinfonía de Mahler pero no lograr tocar una melodía simple en el piano. En muchísimos campos de la vida humana, la teoría puede estar disociada de la práctica. Sin embargo, por más erutido o carismático que sea, un líder religioso judío no puede no ser observante.
¿Existe la observancia perfecta? Claro que no, es un ideal al que el judío creyente intenta acercarse día tras día. ¿Hay zonas grises y aspectos ambiguos? Muchísimos, y durante siglos los rabinos han debatido sobre ellos. ¿Lleva tiempo volverse observante? Mucho. Pueden ser meses, años, décadas o incluso toda una vida. Pero lo mínimo que se debería pretender de quien se arroga el derecho de conducir una sinagoga, es una práctica que inspire a los congregantes a profundizar su relación con el judaísmo.
Se argumentará que al menos en teoría los seminarios efectivamente exigen la observancia personal a sus alumnos, pero el problema es que esto se da justamente en teoría. Un alumno de ingeniería que sólo “en teoría” puede construir un puente o un alumno de medicina que sólo “en teoría” puede operar, son un riesgo para la población. Un estudiante rabínico que sólo “en teoría” es observante, es un riesgo para la continuidad del pueblo judío.
No se puede ser ambiguo ni laxo en este asunto. Los seminarios pueden y deben mantener conversaciones privadas y confidenciales con cada uno de los alumnos, centradas en qué preceptos cumplen actualmente, cuáles no y cuál es la meta que se han propuesto en relación a la observancia para el corto y mediano plazo.
¿Pero entonces qué hacer con quienes demuestran un gran progreso académico pero no evidencian señales de avance en la observancia personal? Quizás su vocación pase más por el aula que por el púlpito, y se les debería brindar un título académico secular (incluso de posgrado o doctoral), al que en caso de la incorporación de la observancia personal se le adicionará la ordenación religiosa.
Dirigir una congregación no es un derecho sino una tarea de servicio. No tiene como finalidad satisfacer necesidades personales de validación o sustento económico, sino fomentar la vida espiritual de la comunidad. La religiosidad personal es la base de una vocación que también implica conocimiento y liderazgo, pero que sin la debida observancia práctica se vuelve un mero ejercicio de especulación intelectual.
En el próximo envío, abordaremos el aspecto académico en la formación religiosa y la siempre presente tensión entre tradición e investigación científica.
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Jonathan Kohan es Cantor Sinagogal, Profesor de Estudios Judaicos y Lic. en Psicología. Trabaja como profesional independiente en Argentina y los Estados Unidos.
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Hola Jony! Le sumaría a tu comentario que la práctica no debe ser displicente, mecánica, para cumplir. Lo relaciono también con el concepto que nos trae esta semana la parashá: "keri".
Tampoco debe ser casual, o "ser" en lo público y no en lo privado. Debe ser coherente y auténtica.
Si no es así se nota y produce el efecto contrario del que se busca en la congregación.
Abrazo, Shabat Shalom