Esta semana en la cual Nebujim retoma su modalidad tradicional, y me preguntaba estos días sobre qué escribir. A la hora de decidir el tema, me encontré con una interesante dicotomía.
Por un lado, hace algunos meses me propuse centrar mis posteos en el pensamiento judío, tema que me apasiona y al que he dedicado gran parte de mis años como docente. Pero al mismo tiempo, las estadísticas de lectura e interacción de mis artículos muestran un marcado interés de los suscriptores por temáticas relacionadas con la actualidad de la comunidad y sus dilemas.
Escribir sobre la vida y las ideas de grandes filósofos judíos me resulta apasionante y me motiva a conocer más acerca de ellos. Pero la finalidad última de este blog (y en gran parte de mi carrera) es ofrecer planteos y propuestas específicos relacionados con la vida judía regional. Voy a intentar entonces (advirtiendo que no siempre me va a salir) partir desde situaciones cotidianas y puntuales, y recurrir a conceptos abstractos a modo de herramientas intelectuales, sin abandonar el enfoque práctico que Nebujim aspira a tener.
Dicho todo esto (que probablemente tenga más que ver con mi propia necesidad de teorización que con la de mis lectores), podemos pasar al tema que va a ocupar este y los próximos envíos, y sobre el cual probablemente haya discrepancia con muchos suscriptores: el impacto del streaming y las redes sociales en la vida religiosa judía.
Ya sea el pasaje de lo oral a lo escrito, la imprenta o el sitio Sefaria, desde siempre el judaísmo entendió que no hay nada malo en utilizar la tecnología para difundir sus textos, tradiciones y valores. No es casualidad que sean movimientos de tipo ortodoxo quienes cuenten con la mayor cantidad (y en muchas oportunidades también calidad) de material online. Y desafiando estereotipos arraigados tanto dentro como fuera de la comunidad, encontramos que el manejo que estas agrupaciones tienen de los aspectos técnicos y estratégicos de la comunicación digital a menudo sobrepasa al de corrientes más liberales o “modernas”. (Nota: uno de los primeros posteos de Nebujim está justamente dedicado a señalar que la propia idea de una “ortodoxia” es fruto de la modernidad).
Pero existe un aspecto de este nuevo capítulo de la relación entre religión y tecnología que me parece particularmente complejo y dilemático, y es la irrupción de la transmisión digital de la vida sinagogal, en diversos formatos y ya sea en directo o luego de la ceremonia. No tengo una opinión inequívoca y definitiva acerca del tema, pero cuando día a día encuentro en mis redes sociales decenas de fotos y videos que no sólo fueron realizadas en Shabat u otras Festividades, sino que además son los propios líderes religiosos quienes las publican, algo raro me pasa. Y cuando en ocasiones el rabino o cantor justifica su publicación alegando un pedido de los congregantes, me pregunto si cualquier exigencia debería ser escuchada, y por qué en todo caso no enviar el material solicitado por mensaje privado en lugar de postearlo en redes públicas.
Curioso de la opinión de otras personas acerca de este asunto, hace unos días compartí el dilema en Facebook a través con el siguiente posteo:
Hasta hace algunos años, en el Movimiento Conservador estaba absolutamente prohibido sacar fotos o filmar en Shabat y Festividades, y estos días estoy viendo literalmente decenas de sinagogas y líderes religiosos posteando "highlights " de sus servicios de Altas Fiestas.
¿Cambió la normativa respecto de esta práctica? ¿Cuál sería la finalidad de la misma? ¿No estaremos tornando a la vida judía en una especie de programa televisivo?
¡Los leo!
Recibí una veintena de comentarios (cantidad inusualmente abultada para mis redes) y preservando la identidad de sus autores, quiero compartir algunos de ellos:
“La finalidad de mostrar fotos/videos en las fiestas es intentar mostrar "cuán llenas" estuvieron esas sinagogas... Pero no hay que mostrar la cantidad de gente, sino la profundidad de los rezos, qué transmitieron los oficiantes, etc”
“¡¡Alguien lo tenía que decir!!”
“La asistencia a las sinagogas se está convirtiendo en un acto más social que religioso. . . confundimos social con comunitario, que es lo que debería ser. Un espacio de encuentro (y reencuentro) entre Hashem con sus hijos. Si perdemos esa esencia, igual da que se produzca en una sinagoga o en un restaurante. Será una experiencia profana”
“Lo que ocurre es lo que la mayoría de la gente parece desear, al menos fuera de las ortodoxias”
“El judaísmo es dinámico y ese dinamismo no se puede frenar”
“Pensé que era el único que lo había pensado”
“Cuando se vive alejado de una sinagoga por problemas de cualquier tipo, es una bendición poder seguir nuestras festividades online y se agradece”
“Me parece una absoluta falta de respeto en Shabat y demás estar atento a filmar y no al servicio”
Quiero dejar para el final un último comentario, que me parece disparador de interrogantes muy interesantes:
“Es como un reality show”
Transmitir en un medio de libre acceso una situación individual o colectiva que a priori pertenece a la esfera de lo privado. Adaptar la narrativa y estética de una práctica tradicional para hacerla “consumible” a través de la pantalla. Y por sobre todo, orientar la tarea (ya sea criar una familia, cocinar o en este caso liderar un servicio religioso) al “impacto mediático” que pueda generar.
En el próximo envío voy a compartir un ensayo que hace algún tiempo escribí para mi Maestría en Estudios Judaicos, centrado en el impacto que el streaming de los servicios religiosos judíos no sólo podría tener en el futuro, sino que ya está teniendo en la comunidad.
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Jonathan Kohan es Cantor Sinagogal, Profesor de Estudios Judaicos y Lic. en Psicología. Trabaja como profesional independiente en Argentina y los Estados Unidos.